Mundo ficciónIniciar sesiónMis reflejos, bendito sea el instinto de supervivencia, reaccionaron al instante. Metí reversa y aceleré, maniobrando el auto con una destreza que ni yo sabía que tenía. Por suerte —y vaya que fue suerte— no había ningún carro detrás. Pude retroceder justo a tiempo y alejarme del desastre.
Mi corazón seguía a mil por hora, imitando perfectamente el ritmo de un tambor en plena batalla, mientras bajaba del taxi con las niñas. Nunca había deseado con tanto fervor la seguridad de mi hogar, o lo que yo creía que era seguridad. Las mellizas estaban tranquilas en sus sillitas, ajenas a todo, mientras yo intentaba sacar fuerzas para subir los escalones. Las manos me temblaban aún, pero el peso del cansancio y el nerviosismo me obligaron a moverme automáticamente para no derrumbarme ahí mismo. Con sumo cuidado, coloqué a las niñas en e






