Mundo ficciónIniciar sesiónPor más que lo intentara, las lágrimas caían por mis mejillas sin piedad. Hacía un esfuerzo sobrehumano para no desmoronarme frente a mis niñas; no podía darme ese lujo, pero el dolor y el miedo no negociaban con nadie… mucho menos conmigo en ese momento. El terror de quedarme completamente sola en este mundo con dos hijas pequeñas se sentía como un peso aplastante en mi pecho.
El taxista, viendo que yo no me calmaba, preguntó con un tono de prudente preocupación:—Ahora dime, hija… ¿tienes a dónde ir? Si no, conozco unos lugares económicos donde podrías alojarte con las niñas.—Gracias, señor —dije sin mirarlo, inclinando ligeramente la cabeza mientras secaba un torrente de lágrimas con la manga de mi camisa—, pero tengo a dónde ir.Le di la dirección de la casa de mis padres: una casa que no h






