Llaman suavemente a la puerta por la mañana, y esta vez no finjo dormir. De hecho, apenas dormí, con la conversación de Herson y Zeky resonando en mi cabeza una y otra vez. Y junto con eso, mis propios pensamientos, mis propias dudas, mis propias advertencias. Fue una tontería quedarme, pero seguro que voy a desayunar antes de irme.
—Entra—, digo en voz alta.
Zeky abre la puerta con un vaso de jugo de naranja y una bolsa de papel en la mano, y entra Herson con un plato. Sonrío al oler y ver los panqueques y el tocino.
—Podría quedarme otra vez si el servicio de habitación fuera tan bueno—.
Me daría una bofetada. Me pasé casi media noche recordándome a mí misma que debía dejar de decir esas cosas, y es lo primero que me sale cuando los veo. No siento que sepa quién soy cuando estoy con ellos, y quizá eso es lo que más me asusta. Vi a mi madre perderse por demasiados hombres en mi vida como para aceptar perder algo de mí misma.
—¿A primera hora de la mañana, Lety?—, dice Zeky. —Al menos