Estos dos me están matando. ¿Acaso una chica no puede tener dos minutos antes de que sus bragas se mojen por completo? Al parecer no, porque entre Herson y Zeky, con una camiseta blanca y pantalones negros que muestran la marca de su pene demasiado bien, no hay alivio a la vista para el deseo que amenaza con apoderarse de mí.
—¿Y qué comida me espera?—, pregunto.
—Hemos preparado pollo al pesto con judías verdes a la parrilla y tomates cherry para la dama real.— Herson se inclina por la cintura, haciendo una reverencia exagerada.
Me río entre dientes. —Ahora sí que hablamos. ¿Y el postre?—
—Podemos hacer lo que quieras.—
—Me gusta un hombre a mis órdenes.—
Zeky sonríe con picardía. —Bueno, eso es cosa de Herson. Cuando me toque, harás lo que yo quiera—.
Y así, la tensión sexual en la habitación se dispara, enviando calor a mi coño. Sin una sola caricia, estoy lista para gemir aquí y ahora con solo pensar en lo que está por venir.
Herson se ríe disimuladamente, haciéndome mirarlo mient