Capítulo 85. Era por él.
Amy Espinoza
El pasillo que conducía a la gran escalinata de la mansión Velasco era un corredor de espejos y luces que parecían multiplicar cada paso que dábamos.
Mi vestido azul medianoche se deslizaba sobre la alfombra como un río oscuro; el roce suave de la tela contrastaba con el ritmo acelerado de mi corazón.
Maximiliano me ofrecía su brazo con esa mezcla de seguridad y desafío que lo hacía imposible de ignorar. El brillo de su traje negro a la medida competía con el de las lámparas de cristal.
Sentía, más que escuchaba, la fuerza de su respiración: un compás firme que buscaba contagiarme su calma.
Cuando alcanzamos el primer peldaño de la escalinata principal, el murmullo de los invitados llegó como una ola. Risas, copas entrechocando, notas de un cuarteto de cuerdas. Y de pronto, cuando dimos el primer paso hacia abajo, el sonido comenzó a apagarse, como si alguien hubiera girado un interruptor invisible.
Las conversaciones se fueron extinguiendo en un murmullo expectante. Ca