Capítulo 176. El eco de la ruina
Luciana Velasco
El reflejo frente al espejo era perfecto.
El cuello ortopédico, ajustado, le daba el toque exacto de fragilidad.
El maquillaje, sutil, disimulaba los moretones falsos que una de las internas había aprendido a pintar con una precisión que envidiaría cualquier maquillista de cine.
Y el peinado, recogido con suavidad, dejaba escapar un par de mechones sobre el rostro, como si el dolor me hubiera desordenado.
El dolor siempre vende.
Me observé un momento más, en silencio.
El uniforme beige del penal no era un obstáculo; era parte del personaje. La víctima debe parecer prisionera del destino, no del delito.
—Listo, señora Velasco —dijo la guardia desde la puerta—. Su abogada ya llegó.
Asentí y sonreí.
Ramírez era eficiente, aunque cobarde. Dudaba de mis métodos, pero sabía que nadie la pagaba mejor.
Caminé por el pasillo, sintiendo los pasos de las internas que me miraban al pasar. Algunas me odiaban, otras me admiraban. Pero todas me temían.
Y eso, en un lugar como ese, er