6. Salvación o condena
—Mi asistente se comunicará con usted —Rafael decide que alejarse es ahora la mejor opción de todas. Azucena parpadea cuando el aire clavado en sus pulmones la abandona.
Es extraño ahora hablar de un matrimonio como una transición bancaria y le pesa más que en el fondo sea así. Azucena no ha parpadea para cuando Rafael se bebe todo el vino de su copa, mirándola, antes de encaminarse a la puerta de éste salón.
—Buenas noches, señorita.
—Puedes llamarme Azucena —Azucena lo detiene hablando detrás de él—, si nos vamos a casar podemos dejar las formalidades de lado.
Azucena no escucha alguna respuesta inmediata por parte de Rafael.
—Buenas noches, señorita.
No pasa mucho para que ya no escuche ni un solo ruido detrás de ella salvo la lluvia en Nueva York repercutiendo como una música de fondo para sus pensamientos. La vívida sensación que tuvo con la cercanía de Rafael Montesinos la hace temblar. Jamás había estado tan cerca de él esa manera, y la razón para eso…
Azucena se pasa la mano p