30. Posesivo
—Señorita, ¿Le digo al señor Ramiro que la espere o…?
—Está conmigo —Rafael gruñe con voz áspera en su capa de molestia vívida. La recepcionista abre los ojos al darse cuenta que está hablando con su superior. A Azucena la toma un par de segundos darse cuenta que Rafael le coloca la mano en su espalda—. Acompáñame a la oficina.
Tratando de calmarse, Azucena suspira. ¿Qué excusa podría darle a éste hombre? ¿Y de entre todas las cosas su esposo, dueño de éste lugar, podría decir qué no? No desea levantar sospechas así que acepta en silencio, incómoda, continuar al lado de Rafael para no aumentar el enojo que libera de sus expresiones.
En su oficina, Azucena permanece de pie aferrada a su cartera. No muestra susto, simple seriedad y calma. Rafael se quita la chaqueta y sus ojos vuelan hacia su cuerpo. No ha olvidado lo que sucedió anoche aunque sabe que debe hacerlo. No podría mantener esos recuerdos lejos de su mente por más que quisiera. La manera en que él la veía sigue vívida en cada