27. Manipulada sin saberlo

Altagracia se lleva la mano al corazón. Intenta decir algo, se detiene, y vuelve a su esposo. Gerardo claramente está sorprendido también.

—¿Esposos? —dice Gerardo—. ¿Tú, Rafael?

—¿Pero qué sucede aquí…? —comienza Altagracia.

—No tengo tiempo ahora para explicar. Tengo que ir a mi oficina. ¿Gustas? —Rafael toma su chaqueta con una gran indiferencia. Aunque ha traído un mar de confusión en los presentes se abstiene de decir otra cosa. Gerardo, por su parte, nota que es lo que trata de decir—. Vendré más tarde —sus ojos verdes buscan a su esposa—, llámame si necesitas algo. Estaré al pendiente mientras estoy afuera.

En un abrir y cerrar de ojos Azucena se queda a solas con su hermana. El marido de ésta también acompaña a Rafael despidiéndose de su esposa con un beso. Azucena aparta la mirada, carraspeando. ¿Habría que hacer lo mismo con Rafael? No, claro qué no. El acuerdo del matrimonio es meramente profesional, es lo que él mismo le dio a entender. La razón misma por la que ocurrió to
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