26. Nuestro compromiso
El sonido de los pasos saca a Azucena fuera del trance. Con lágrimas en los ojos deja los papeles en su mismo sitio y guiada por la rapidez, se levanta para tomar el sitio donde estaba antes. Se limpia las lágrimas, toma aire recuperándose del shock, de lo que no quería creer, y respira con profundidad.
En menos de un minuto Rafael vuelve a la oficina. Azucena intenta disimular sus lágrimas secas, tomando el vaso de agua.
—Gracias —murmura. La tensión con la que su cuerpo nace es intensa. Demasiada para que ella lo soporte.
Rafael toma asiento frente a ella. Al mirarla, no tarda en preguntar.
—¿Estás bien? ¿Te sientes mal?
—¡No! No, sólo…necesitaba agua —Azucena finge un gesto calmado dejando el vaso en la mesa. No quiere verlo a los ojos. No mientras finge lo que no sabe. Un inesperado ardor de enojo comienza en ella. Y la triste impotencia de no saber ni siquiera cómo llegó a estar parada en donde está.
—Si tienes alguna molestia puedes decirme. Estás delicada en estos momentos —Raf