Damián pasó toda la noche en vela. No dejaba de pensar en Alice, por esa razón prefirió irse primero a Elite, con el deseo de verla, de que quizás hablaran, pero Alice no estaba allí. La oficina estaba sola y fría. Ingresó y sintió una presión en su pecho al ver el retrato del señor Cooper.
—Le prometo que Mariana pagará y que yo dejaré a su hija en paz —dijo y sacó su móvil para llamar a Miguel, quien contestó de inmediato. Damián le dio una estricta orden que Miguel seguía pensando que era una decisión absurda.
Cuando escuchó que abrían la puerta y la cerraban, se volteó y vio a Thomas, quien detuvo sus pasos al ver a Damián. Eso lo tomó por sorpresa, no se había percatado de su presencia ya que ingresó mirando su móvil.
—¿Qué haces aquí? —pregunta Damián y Thomas intenta no demostrar su asombro.
—Vengo a buscar a Alice, ¿hay algún problema?
—No te creo, maldito imbécil, tú has venido a otra cosa —Damián se le acerca con sus manos empuñadas.
—¿Qué, me vas a golpear? Hazlo para