Alice llega a la mansión Anderson, el lugar donde alguna vez pensó que formaría un hogar con Damián, que quizás con el tiempo y la paciencia las cosas cambiarían, pero no fue así. Ingresa a la casa y ve a Carla muy feliz limpiando. Alice intentó pasar desapercibida, pero Carla logró verla tras el reflejo de un objeto de plata que decora la sala.
—¡Señora Anderson\! Bienvenida a casa —se gira y la saluda con una gran sonrisa. Al ver los ojos hinchados de Alice de tanto llorar, Carla suspira.
—Carla… ¿me puedes preparar un té, por favor?
—¡Claro\! ¿Desea algo de comer?
—No, no… solo eso —sonríe forzosamente—. Iré a mi habitación —se marcha y Carla desea poder ayudar a Alice, a quien estima tanto y últimamente la ha visto sufrir.
Cooper llega a la habitación y toma asiento en la orilla de la cama. Siente un profundo dolor en su corazón y las lágrimas brotan solas. Damián era todo lo que ella quería, el único hombre que ha amado desde chica, pero todo fue una simple fantasía, un matrimonio