—No te creo nada, Damián. ¿Podrías soltarme, por favor? Quiero estar en casa de mis padres a ver si puedo respirar de tanta crueldad.
—Puede que sea cruel vivir a mi lado, pero si dejas a un lado tu resentimiento, podrías ver mejor el panorama —la suelta y sale de la mansión, dejándola aún más confusa.
Lo peor de todo fue ir en el auto junto a él, y que el silencio reinara. Para ella, eso no era agradable; le generaba ansiedad, mientras que Damián deseaba poder saber los pensamientos de Alice, porque él sabía que una cosa era lo dicho de dientes para afuera, pero otra muy distinta era lo que realmente sentía en su corazón.
Un auto los seguía: era William, junto a dos escoltas, mientras los otros actuaban de manera camuflada para que Cooper no sacara la conclusión de que las cosas estaban en peligro.
Al llegar a la mansión Cooper, Alice bajó rápidamente del auto y dirigió sus pasos hacia la entrada de la casa. —¿Piensas irte sin despedirte, Alice? —La pregunta de Damián la detuvo. Ella