—¡Pfff...! —Andrea escupió toda la sopa que acababa de tomar.
¿Se podía decir algo así? ¿Se podía usar ese tono para decirlo?
Tan avergonzada que no podía levantar la cabeza, Andrea tomó rápidamente una servilleta para limpiarse la boca, deseando que la tierra se la tragara.
Al ver su reacción, Vicente fingió molestarse.
—¿Qué pasa? ¿Acosarme te resulta tan vergonzoso que no puedes ni mirarme?
Andrea levantó bruscamente la cabeza, agitando las manos: —No, no, no, no es eso.
—¿Entonces qué es?
—Yo...
Andrea sentía que ni tirándose al río podría explicarse, su rostro cada vez más enrojecido.
Vicente disfrutaba viendo su reacción y finalmente no pudo contener la risa.
—Andrea, ¿tan poca confianza tienes en ti misma? Bebiste alcohol, no una poción de valentía.
Dicho esto, Vicente se sacudió las manos y se dirigió hacia la puerta.
Solo entonces Andrea se dio cuenta de que le estaba tomando el pelo. Su cara se puso aún más roja.
Apretando los dientes y pataleando, estaba indignada pero no se