Tomás la vio con esa expresión tan alegre y miró detrás de ella.
—¿No ibas a llamar a los chicos para que bajaran a comer? ¿Dónde están?
La sonrisa en el rostro de Diana se hizo aún más profunda, se acercó con pasitos pequeños y se inclinó para susurrarle al oído.
—Viejo, esta vez sí que va en serio. ¿Adivina qué estaban haciendo los dos cuando subí hace rato?
—¿Qué estaban haciendo?
—¡Estaban abrazados! —dijo Diana, y de la emoción no pudo evitar darse palmadas en las piernas.
Al escuchar esto, Tomás inmediatamente quiso levantarse para subir.
—¿Qué? ¡Voy a ver!
Diana rápidamente lo presionó para que se quedara sentado en el banco.
—Si subes ahora, ¿no estarías interrumpiendo el momento? En cuanto a los asuntos de los chicos, mejor déjalos que se desarrollen a su propio ritmo.
Diciendo esto, Diana se sentó al lado de Tomás.
—He estado observando estos días, y no te miento, este chico Vicente realmente tiene una rutina muy regular. Cuando llega se acuesta temprano, y al día siguiente s