Lo que Andrea quiso decir estaba más que claro.
A Salvador se le borró la sonrisa del rostro.
Vicente siguió devorando las alitas de pollo, cada vez con más ganas.
Luciana y José también respiraron aliviados.
Salvador captó perfectamente lo que Andrea insinuaba y, sin agregar nada más, se incorporó.
— Está bien, ya que nuestras posturas son tan diferentes, no voy a insistir. La verdad no me gustaría encontrarte en un tribunal, pero espero que podamos seguir siendo amigos.
Tras decir esto, Salvador se levantó y fue a liquidar la cuenta con el dueño.
Vicente y los demás ni se movieron, esperando descaradamente que él pagara por todos.
Después de pagar, Salvador regresó a recoger su chaqueta.
Al mirarlos, volvió a dibujar una sonrisa educada pero forzada.
— Ha sido un gusto reencontrarme con todos ustedes. Ojalá podamos reunirnos en otra ocasión. Hasta pronto.
Salvador se marchó y solo cuando lo vieron subirse a su auto y alejarse, Andrea pudo finalmente relajarse.
De haber sabido que él