Mundo de ficçãoIniciar sessão~°•Clan central de la tribu occidental•°~
↞Dannan↠ —¡Oh, por la diosa! ¿Qué has hecho, niña? —el grito de mi nana, Doris, resuena en la habitación. Sus manos vuelan a su boca y sus ojos se abren en un gesto de puro espanto, mientras un rubor de furia tiñe sus mejillas. La miro, y a pesar de su enojo, su preocupación me cala hondo. —Tranquila, Doris. Papá ya dio su autorización —tomo sus manos entre las mías, dándoles unas palmaditas para calmarla. Siento el temblor en ellas, y eso me hace reafirmar mi decisión. —¿Pero... pero tu cabello... es negro? Me giro, y me veo en el espejo con una sonrisa de satisfacción. La madre Omega es una artista. El tinte que ha preparado es un camuflaje perfecto, una máscara temporal que pondrá a prueba a la tribu de la cual estoy destinada a ser Alfa. La tribu oriental de Pangea, con sus tradiciones y sus lobos de corazón de acero, tendrán que ver más allá de las apariencias. —Sí, Doris, pero no te preocupes, es solo por un tiempo, mientras evalúo el terreno. Necesito ver con mis propios ojos, sin que mi cabello blanco me preceda. Ella suelta un largo suspiro, un sonido de resignación que casi me rompe el corazón. —Si tú lo dices, niña. Bueno, termina de vestirte. La comitiva ya viene hacia el castillo. Asiento, mi sonrisa se suaviza con un toque de gratitud. La entiendo. Para ella, este cabello negro es un desafío, un quiebre de la tradición. Para mí, es una promesa de libertad, al menos por unos días. Soy Dannan D’Alyari, la quinta heredera de sucesión Alfa en Pangea, o eso es lo que el destino me asignó. Aliso la tela suave de mi vestido azul celeste, el lino y el algodón se sienten como una segunda piel. Con intrincados hilos dorados que serpentean por el cuello alto y las mangas, es un vestuario digno de una princesa, pero yo me siento como una guerrera. Doy una última mirada a mi reflejo, una figura desconocida con el cabello de la noche, antes de salir. En el pasillo, mis damas y mis guardas principales me esperan. Me miran, con los ojos llenos de una mezcla de asombro y desconcierto. —Buen día —saludo, y mis palabras resuenan en el silencio. Nadie se atreve a decir una palabra. —Buen día, princesa Dannan —responden finalmente, con el ademán habitual, un eco de protocolo que ignora mi transformación. —¿Nadie va a decir nada de mi nuevo estilo? ¡Qué ingratos! Bufo, una pequeña y ruidosa expresión de frustración. Me giro y me alejo, mi séquito me sigue con una obediencia que me irrita. Los protocolos me sofocan, pero hoy, mi cumpleaños número veinte, lo haré de buen grado. Hoy conoceré a mi pareja destinada. […] Todo inicio hace ciento quince ciclos lunares, cuando la gran guerra de Pangea finalizó. La tierra de nuestro mundo está dividida en cuatro grandes secciones. Las tierras del norte dónde está ubicado el gran monte Oelo, nuestro dios tierra, una cadena montañosa con su pico más alto a más de tres mil pies de altura y de dónde se desprende nuestro dios Kal, un gran rio de tres brazos que divide nuestras tierras. Luego está las tierras de oriente, tierras fértiles para la ganadería y cría de animales, nutridas por el brazo izquierdo del rio Kal. Después las tierras de occidente bañadas por el brazo derecho del rio Kal, ricas en minerales y siembra. Y por último las tierras del sur donde termina el brazo principal y central del rio un lugar prohibido y peligroso para nuestras tribus, a causa del castigo de nuestros dioses por la guerra. Y allí nace mi destino o lo que me he dicho siempre, mi maldición. […] —Dannan, mi princesa —la voz de mi padre me saca de mis cavilaciones. Su presencia es un ancla en este mar de nervios. Está parado en el pasillo que lleva al gran salón, el corazón de nuestro hogar. —Padre, buen día —lo saludo con un abrazo. Hundo mi cabeza en su hombro, sintiendo su calor reconfortante. El olor a tierra mojada y a pino de su lobo me tranquiliza al instante. —Buen día, Alfa Kanay —saluda mi séquito. —Te ves muy bella. Nunca imaginé que lo harías. Pensé que era una de tus bromas. —su voz es suave, sus ojos brillan con una mezcla de orgullo y un dejo de preocupación. Le sonrío y niego con la cabeza. Tomo su brazo, y le doy un beso en la mejilla, disfrutando de este pequeño momento de intimidad antes del protocolo. Caminamos hacia el salón principal, donde los líderes de nuestros cuatro clanes y nuestros Betas nos esperan. —¡BUEN DÍA, ALFA KANAY! ¡BUEN DÍA, PRINCESA DANNAN! —el coro de voces es ensordecedor. Protocolo, protocolo, protocolo. Me repito la palabra como un mantra mientras saludo y tomo mi asiento. En ese momento, las campanas suenan con fuerza, un tañido profundo y majestuoso que anuncia la llegada de la comitiva oriental. Las grandes puertas de roble se abren de par en par, y un torrente de luz inunda el salón. Mi padre se pone de pie, y yo lo sigo, mi corazón latiendo con una fuerza inusual contra mis costillas. A la cabeza de la fila de hombres lobo, altos, musculosos y con pieles bronceadas, hay uno que destaca. Un rubio. Piel acanelada, hombros anchos y ojos de un amarillo intenso, rayados por el dios Nibul, nuestra estrella principal. La energía que emana es tan poderosa que puedo sentirla en la piel. Es él. Mi pareja destinada. El lobo que, según el destino, será mi compañero y con el cual daré orgullo a mi tribu. La comitiva se detiene a la mitad del pasillo y se arrodillan con una gracia casi letal. Solo él avanza. Sus pasos son firmes, seguros. Se detiene frente a nosotros y se arrodilla también, pero no sin antes clavar su mirada en la de mi padre. —Alfa Kanay, es un gusto conocerlo. Mi nombre es Dexter Racknaik. —sus palabras son un ronroneo bajo y potente. Luego, sus ojos se elevan y se encuentran con los míos. El amarillo se oscurece, y por un momento, se vuelven de un negro azulado. Son los de su lobo. —... La pareja destinada de la princesa. Su voz es fría, casi cortante. ¿Por qué suena tan molesto? La pregunta se graba en mi mente. Su lobo me está analizando, desnudando mi alma con una mirada. Y a pesar de su aparente desprecio, no puedo evitarlo: mi corazón se acelera, como un tambor frenético. Esto no va a ser fácil. La guerra de voluntades ha comenzado. ⤝Dexter⤞ Cuatro días de viaje. Cuatro días con el gruñido de mi lobo, Raksha, retumbando en mi cabeza. El agotamiento es un manto pesado que me cubre, pero la desesperación de mi lobo por salir es más fuerte. Me había prometido a mí mismo que no cedería, pero ya no puedo más. Mientras acampamos a las entradas de la aldea, salgo de mi tienda. La luna brilla sobre mí, y dejo que Raksha tome el control. Mi lobo, con su pelaje ocre, con destellos rojizos y anaranjados con mechones blancos en mi espalda y patas, es una bestia de belleza feroz. Es un Omega de quinta generación, pero, como todos nos repiten hasta el cansancio, fuimos bendecidos por la diosa luna para ser la pareja de la próxima Alfa. ¡Patrañas! No era mi deseo ser algo que no soy: la mascota de la princesa de la otra tribu. ¿Bendición? No, para mí es una maldición. […] Antes de que la gran guerra iniciara la tribu oriental mantenía una alianza comercial y pacifica con la tribu occidental, los miembros de los clanes podían recorrer la gran Pangea con libertad. Pero después de ella fuimos castigados y ahora solo podemos pasar ciertos miembros a cada una de las tribus en comitivas de intercambio. Y mañana en mi cumpleaños número veinte intercambiamos a nuestra futura Alfa, por ganado y crías de caballo. Qué ilógico. Pero así funciona desde hace ciento quince ciclos lunares. Qué como inicio la guerra muchos nos preguntamos, pero no hay nada, nuestros dioses al finalizar la misma a los pocos miembros de las tribus que en especial eran niños, hembras embarazadas y ancianos borraron sus recuerdos de esos trágicos tres ciclos lunares, que casi nos llevan a la extinción. Después de que los últimos Alfas de cada tribu cayeran y los recuerdos fueron borrados, las tribus intentaron volver a vivir con normalidad. Pero pronto fueron descubriendo que habíamos sido castigados ya no podíamos recorrer Pangea con libertad, cada vez que un miembro lo intentaba su lobo sufría dolores indescifrables y tomaba el control regresando atrás a su aldea. Así duramos cuatro ciclos lunares sin poder descifrar que nos sucedía, hasta que el milagro, la bendición o como lo quieran llamar apareció. […] ¡Mierda! Me quedé dormido. Me quejo, y la amargura del autodesprecio me inunda. Estoy desnudo, a orillas del río Kal. ¿Cómo llegué aquí? ¿Por qué? Pero mis preguntas se disuelven en el aire. Son interrumpidas por la visión más hermosa que he visto en mi vida. Una loba blanca como la nieve surge de las aguas en la orilla opuesta. Su pelaje plateado brilla bajo la luz de la luna, y cuando se sacude, el agua vuela como polvo de estrellas. Sus ojos, los de su lobo, me miran por un instante, y un aullido de adoración a la diosa se escapa de su garganta. Luego, se sumerge en el bosque, hacia la aldea. Mi instinto me gritó que me transformara, que fuera tras ella, pero Raksha me lo impide. —¿Qué te pasa? Era ella... ¿Por qué? —le gruño, furioso. —¿Te vas a presentar con ella así? —su voz mental es burlona. Se burla de mi desnudez, de mi vulneración. Frunzo el ceño y bufó, derrotado. Corro hacia mi tienda de acampada. De igual manera, la veré hoy. No hay que apresurarse. Me digo, intentando tranquilizar a mi corazón, pero sabiendo en el fondo que el destino ya ha jugado sus cartas.🍃






