El invierno llegó temprano ese año, cubriendo Luna Plateada con nieve que transformaba el territorio en paisaje de cuento.
Los bebés, ahora con quince meses, estaban fascinados por la nieve. Kaela intentaba comerla constantemente. Marcus y Celeste la observaban con cautela científica. Orion simplemente se sentaba en ella, dejando que cubriera su regazo mientras sus ojos cambiaban de color.
Fue durante una de estas mañanas nevadas cuando Erik pidió audiencia privada con Dante.
—Por supuesto —Dante respondió, notando inmediatamente algo sombrio en el rostro de su viejo amigo. —¿Qué sucede?
Fueron al estudio, donde Erik se sentó repentinamente luciendo cada uno de sus sesenta años.
—Estoy muriendo —Erik dijo sin preámbulo.
El mundo pareció detenerse. —¿Qué?
—Herida vieja de la batalla contra Sombrael— Erik explicó calmadamente. —Nunca sanó apropiadamente. Luna hizo lo que pudo en ese entonces, pero había demasiados heridos, demasiado caos. Algo quedó... dañado internamente.
—Puedo pedir