El cielo se había vuelto un lienzo de tonos violáceos cuando regresé a casa. Mis pasos eran pesados, como si cada uno me acercara a un destino que no podía evitar. La conversación con Caleb seguía resonando en mi cabeza, cada palabra grabada a fuego en mi memoria.

"Acabas de firmar un pacto con la oscuridad."

Quizás lo había hecho. Quizás había perdido la cordura. O quizás, por primera vez en mi vida, estaba siguiendo un camino que siempre había estado trazado para mí.

Al abrir la puerta de mi casa, supe inmediatamente que algo había cambiado. El aire era diferente. Más denso. Cargado de una electricidad que hacía que los vellos de mis brazos se erizaran. Las sombras parecían moverse por sí solas, como si tuvieran vida propia.

—¿Caleb? —llamé, aunque sabía que no estaba allí.

No físicamente, al menos.

Caminé hacia el salón y me detuve en seco. El espejo que colgaba sobre la chimenea... brillaba. No era un reflejo normal. La superficie parecía ondularse, como agua perturbada por una pi