Adalet llegó al pueblo con el corazón un poco más ligero, aunque la tensión de su situación con Alfa Zefor aún pesaba en su mente. La hembra caminó por las calles empedradas, observando a la gente que pasaba. Al llegar cerca de una enorme fuente en el centro, vio a sus gemelos, Draven y Alaric, jugando alegremente con el agua, y rodeados de dos omegas niñeras que los cuidaban. Sonrió al ver a sus amados bebitos. —¡Hola, mis amores!~ —gritó la hembra, acercándose a ellos rápidamente. Los gemelos levantaron la vista y sonrieron con alegría. —¡¡¡Mamá!!! —gritaron al unísono, corriendo hacia ella. Adalet se agachó y los abrazó con fuerza, sintiendo el calor de sus cuerpos pequeños, y besando sus rubias cabecitas. —¿Estuvieron bien? —preguntó ella recordando el caos de la noche. —¡Sí! —dijo Draven, moviendo los brazos de manera exagerada—. Jugamos a ser guerreros, pero queríamos verte, mami. Alaric, más reflexivo, añadió: —Pero nos dijeron que teníamos que esper
La corriente del río rugía con fuerza, arrastrando a Alaric como una hoja llevada por el viento. —¡¡MAMIIII, MAMITAAA!! —gritaba el pequeño cachorro, aterrorizado. Luna Adalet sintió que su corazón se detenía al verlo ser tragado por el agua. —¡Alaric! —gritó la hembra, su voz resonando sobre el estruendo del agua. El sonido de la corriente era ensordecedor, un siseo constante que la llenaba de pánico. El cachorro, con su aura dorada de protección que normalmente brillaba en momentos de peligro, parecía estar atrapado en la desesperación. —¡¡AAAAHHH!! —gritaba el niño, cada vez más débil. Luna Adalet comenzó a nadar contra corriente, sin pensarlo dos veces, sintiendo el frío que la envolvía. Cada golpe de agua era como un latigazo, pero su determinación era más fuerte que cualquier corriente. ¡Protegería a su bebé a cualquier costo! —¡Concentra tu poder! —le gritó a Alaric, su voz apenas alcanzando su pequeño oído. El agua lo arrastraba, y el miedo en su rostro
Una vez quedaron entre el bosque, a pocos metros de distancia de donde estaban los gemelos. —Como Alfa, deberías aprender a ser un poco más flexible —dijo Luna Adalet, disfrutando de la forma en que su provocación lo afectaba—. Pero claro, siempre prefieres ser un tirano. Conmigo, con tus bebés, al parecer con todo el mundo. Alfa Zefor la miró con ojos llenos de furia, pero a la vez una chispa de atracción por el carácter de ella crecía en su interior, su ira y deseo mezclándose de una manera peligrosa. —No me subestimes, Luna. Estás cruzando límites peligrosos, recuerda que no eres nadie para hablarme en ese tono —advirtió ese macho, dando un paso más cerca—. Esto no es solo una cuestión de orgullo. Luna Adalet sonrió, sintiéndose poderosa ante su rabia. —¿Y qué si lo es?, te cuesta dejar tu fachada de perfeccionista tratando de imponer a todos tu pensar, y exageras, fue un pequeño accidente, no volverá a pasar, no tienes que humillarme o gritarme —le dijo con firmeza l
Korina lo miró con desdén, acercándose un paso más. —¿Adalet? —replicó, levantando una ceja—. Ella ya no está aquí. Tal vez deberías dejar de amar a una mujer que ya no pertenece. Malcon se acercó, su voz más intensa. —No deberías hablar así de Adalet —dijo, frunciendo el ceño—. Ella es especial para mí. Necesito encontrar la manera de comunicarme con ella. Korina sonrió. —¿Por qué no simplemente dejas de amar a Adalet? —se burló—. A mí no me molestaría ser tu Luna. Eres un Alfa apuesto, y probablemente ella ya se acostó con Zefor, ¿no crees? Conociendo lo fogoso que es, seguro que lo hizo. A él le encanta un buen sexo seguido, es un Alfa muy activo~ lo sé, porque fuí su amante por años, su primera hembra, yo le enseñé lo que sabe. Malcon sintió que la ira crecía en su interior. Se acercó más, su mirada gélida. —No hables así de ella —le dijo, su voz baja y amenazadora—. No la trates como si fuera una cualquiera. Ella no es así, me ama. No se acostaría con otro lobo, porque
—¡¡AAAAHHH!! ¡ALÉJATE DE MÍ! El grito desgarrador de la mujer resonó en la húmeda y oscura habitación de piedra, un lugar sombrío donde las paredes estaban cubiertas de musgo y polvo. Las ventanas, en un triste estado de abandono, permitían que una luz intensa y anaranjada se filtrara… una luz proveniente del… ¡FUEGO! Esa noche, el caos reinaba en el exterior del viejo edificio, un lugar solitario en medio del denso bosque. Las llamas lo consumían con voracidad, mientras el aire estaba impregnado de un olor a ceniza y destrucción. Frente a ella, una bestia imponente se erguía, un enorme lobo cuyo pelaje dorado estaba manchado de un rojo intenso, que por supuesto… ¡ERA SANGRE! Misma sangre que goteaba de su hocico y caía de sus colmillos afilados. Era evidente que este monstruo había estado involucrado en algo horrendo, en una cacería que había dejado huellas de muerte a su paso. La hembra, atrapada en un estado de pánico, se lanzó de la camilla de piedra donde habí
Los pasos de sus botas resonaban en el largo y amplio pasillo de la mansión. Las largas ventanas a un costado permitían que se filtrara la luz de la luna. Con porte majestuoso y su afilada mirada dorada fija en el frente, ese alto y poderoso Alfa cargaba a la hembra inconsciente envuelta por una capucha negra. Alfa Zefor detuvo sus pasos. De inmediato, uno de sus hombres lobos abrió la puerta para él. Cuando ingresó a la habitación, varios médicos ya estaban esperando; él colocó en la cama a la hembra híbrida, Adalet. —Examinen a esta hembra. Quiero saber su estado de salud, físico y mental. Todo —ordenó el Rey Alfa. Sin dar siquiera una oportunidad de preguntas, se giró dispuesto a irse de la habitación, pero fue cuando escuchó unos pasos apresurados acompañados de gritos llenos de urgencia. —¡ALFAAA! ¡REY ALFA! —gritaba uno de los guardianes, casi sin aire, se detuvo bajo el marco, haciendo una leve y rápida reverencia—. ¡Su hijo, Alfa! ¡Ryder ha muerto! Alfa Zefor se quedó
La primera noche de luna llena del nuevo mes iluminaba el templo sagrado de la manada "Garra Dorada". La decoración en tonos blancos y dorados era magnífica, digna de la ceremonia de bodas del Rey Alfa. Pero no había alegría en los rostros de la manada. Se notaba el descontento, la obligación de presenciar algo que consideraban un insulto. El Rey Alfa no se casaría con su verdadera mate, con su Luna destinada. En su lugar, era solo un experimento para ver si podía obtener crías de mejor estirpe, con una híbrida desconocida, peligrosa y amnésica, que encontró en uno de sus viajes. Tan majestuoso, poderoso y atractivo como siempre, el Alfa se erguía en la tarima de piedra más alta del templo, vistiendo elegantes ropas doradas y blancas, bañado por la luz de las antorchas y la luna como testigo. —La novia se acerca… —murmuró una de las hembras de la manada, con una expresión de desdén. Las miradas afiladas y amenazantes de los lobos rubios, con sus características de sangre pur
Embarazada. Un cachorro en su vientre… Una vida en desarrollo… Un recordatorio de esas noches dolorosas en las que el Alfa, la tomaba una y otra vez contra su voluntad, dejándola exhausta y sin aliento. No sintió alegría. Estaba llena de confusión y miedo. Sus manos temblorosas se posaron en su vientre, y negó lentamente con la cabeza, incapaz de aceptar su realidad. —No… No, no… —murmuraba mientras las lágrimas caían por sus mejillas, su voz quebrándose con cada repetición. El Alfa se acercó a su "falsa Luna", y, sentándose en el borde de la cama, sacó unas llaves que colgaban de una cadena alrededor de su cuello. Abrió los grilletes que mantenían las muñecas de Adalet atrapadas. —Ni se te ocurra intentar huir, porque te castigaré, Luna. Te quedarás aquí, y vivirás en paz hasta que des a luz. Si la cría es fuerte, vivirá; si no lo es, morirá sola, y eso significará que tú tampoco sirves —soltó con frialdad, Alfa Zefor—. Entonces me desharé de ti. Así que ruega a la diosa