Zefor se acercó a la ventana, observando el hermoso paisaje del territorio de su manada, como si le diera la espalda a ella. —Hoy pasarás el día con los cachorros —dijo Zefor sin girarse—. No te dejé salir anoche, así que lo voy a compensar, como di mi palabra. Adalet apretó las manos contra la sábana, sintiéndose como un objeto sexual, como alguien que solo se había vendido esa noche por algo más. Aunque ese "algo" eran sus cachorros, y eso le ofrecía un consuelo. —Está bien —respondió la hembra, su voz apenas un susurro—. Pero… Necesito que me liberes de estos brazaletes, debo prepararme una medicina, no voy a quedarme embarazada otra vez… Al menos, no lo quiero contigo. Zefor se volvió hacia ella, frunciendo el ceño… ¡ELLA ESTABA CRUZANDO LÍMITES!, una clara ofensa para ese macho Alfa. —No —dijo él fríamente—. No necesitas que te libere de esos brazaletes mágicos. No hace falta. Mis médicos te darán algo para evitar que quedes preñada. Ahora, vístete y sal de mi habitación
Adalet llegó al pueblo con el corazón un poco más ligero, aunque la tensión de su situación con Alfa Zefor aún pesaba en su mente. La hembra caminó por las calles empedradas, observando a la gente que pasaba. Al llegar cerca de una enorme fuente en el centro, vio a sus gemelos, Draven y Alaric, jugando alegremente con el agua, y rodeados de dos omegas niñeras que los cuidaban. Sonrió al ver a sus amados bebitos. —¡Hola, mis amores!~ —gritó la hembra, acercándose a ellos rápidamente. Los gemelos levantaron la vista y sonrieron con alegría. —¡¡¡Mamá!!! —gritaron al unísono, corriendo hacia ella. Adalet se agachó y los abrazó con fuerza, sintiendo el calor de sus cuerpos pequeños, y besando sus rubias cabecitas. —¿Estuvieron bien? —preguntó ella recordando el caos de la noche. —¡Sí! —dijo Draven, moviendo los brazos de manera exagerada—. Jugamos a ser guerreros, pero queríamos verte, mami. Alaric, más reflexivo, añadió: —Pero nos dijeron que teníamos que esper
La corriente del río rugía con fuerza, arrastrando a Alaric como una hoja llevada por el viento. —¡¡MAMIIII, MAMITAAA!! —gritaba el pequeño cachorro, aterrorizado. Luna Adalet sintió que su corazón se detenía al verlo ser tragado por el agua. —¡Alaric! —gritó la hembra, su voz resonando sobre el estruendo del agua. El sonido de la corriente era ensordecedor, un siseo constante que la llenaba de pánico. El cachorro, con su aura dorada de protección que normalmente brillaba en momentos de peligro, parecía estar atrapado en la desesperación. —¡¡AAAAHHH!! —gritaba el niño, cada vez más débil. Luna Adalet comenzó a nadar contra corriente, sin pensarlo dos veces, sintiendo el frío que la envolvía. Cada golpe de agua era como un latigazo, pero su determinación era más fuerte que cualquier corriente. ¡Protegería a su bebé a cualquier costo! —¡Concentra tu poder! —le gritó a Alaric, su voz apenas alcanzando su pequeño oído. El agua lo arrastraba, y el miedo en su rostro
Una vez quedaron entre el bosque, a pocos metros de distancia de donde estaban los gemelos. —Como Alfa, deberías aprender a ser un poco más flexible —dijo Luna Adalet, disfrutando de la forma en que su provocación lo afectaba—. Pero claro, siempre prefieres ser un tirano. Conmigo, con tus bebés, al parecer con todo el mundo. Alfa Zefor la miró con ojos llenos de furia, pero a la vez una chispa de atracción por el carácter de ella crecía en su interior, su ira y deseo mezclándose de una manera peligrosa. —No me subestimes, Luna. Estás cruzando límites peligrosos, recuerda que no eres nadie para hablarme en ese tono —advirtió ese macho, dando un paso más cerca—. Esto no es solo una cuestión de orgullo. Luna Adalet sonrió, sintiéndose poderosa ante su rabia. —¿Y qué si lo es?, te cuesta dejar tu fachada de perfeccionista tratando de imponer a todos tu pensar, y exageras, fue un pequeño accidente, no volverá a pasar, no tienes que humillarme o gritarme —le dijo con firmeza l
Korina lo miró con desdén, acercándose un paso más. —¿Adalet? —replicó, levantando una ceja—. Ella ya no está aquí. Tal vez deberías dejar de amar a una mujer que ya no pertenece. Malcon se acercó, su voz más intensa. —No deberías hablar así de Adalet —dijo, frunciendo el ceño—. Ella es especial para mí. Necesito encontrar la manera de comunicarme con ella. Korina sonrió. —¿Por qué no simplemente dejas de amar a Adalet? —se burló—. A mí no me molestaría ser tu Luna. Eres un Alfa apuesto, y probablemente ella ya se acostó con Zefor, ¿no crees? Conociendo lo fogoso que es, seguro que lo hizo. A él le encanta un buen sexo seguido, es un Alfa muy activo~ lo sé, porque fuí su amante por años, su primera hembra, yo le enseñé lo que sabe. Malcon sintió que la ira crecía en su interior. Se acercó más, su mirada gélida. —No hables así de ella —le dijo, su voz baja y amenazadora—. No la trates como si fuera una cualquiera. Ella no es así, me ama. No se acostaría con otro lobo, porque
✧✧✧ Esa tarde, en la manada "Garra Dorada". ✧✧✧ El sol comenzaba a ocultarse, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y morados que se filtraban a través de las largas ventanas de la oficina de Alfa Zefor en la mansión de Garra Dorada. El ambiente se sentía denso, y el sonido del "tic-tac" del reloj en la pared resonaba en la habitación, aumentando la frustración del Alfa. Miraba el reloj con impaciencia, ya que Luna Adalet aún no había llegado… Media hora de retraso. Alfa Zefor se pasó una mano por el cabello oscuro, sintiendo cómo la tensión se acumulaba en su cuello. Su expresión era seria y decidida, pero su mente estaba llena de pensamientos oscuros. La arrogancia y la altivez que siempre lo caracterizaban parecían intensificarse con cada segundo que pasaba. —¿Dónde estás…? ¿Qué tanto haces? —murmuró entre dientes, mirándose en el reflejo de la ventana, los músculos de su mandíbula tensándose. En ese momento, la voz de Beta Woren resonó en la habitación. —Alfa, tengo algo
—¿Respetarte? Eres una broma, Adalet —bufó el Beta—. No eres más que una usurpadora. Cuando Luna verdadera aparezca, sabrás lo que es el verdadero infierno. A nadie le vas a importar, morirás y… Antes de que pudiera continuar, Adalet comenzó a caminar como si lo ignorara, dirigiéndose hacia Zefor. Ella se sentó majestuosa en una esquina del escritorio, cruzando las piernas con confianza y mirándolo fijamente. —Dijiste que tendría poder si aceptaba a las buenas, Alfa —dijo Luna viendo a su marido en la elegante silla, su voz suave pero firme. Luego, ella volvió a ver al Beta con altivez. —Soy la Luna, la hembra del Alfa, su esposa. Y quiero… —hizo una pausa, mirando a Zefor a los ojos, desafiándolo—. Quiero retar a ese Beta para que aprenda a respetarme. Tendrás lo que quieres de mí, si aceptas, Alfa. Y no quiero que uses tu don para protegerlo. El Beta se exaltó, levantando la voz, su rostro enrojecido por la ira. —¡Eso es chantaje y manipulación! ¡Deja de ser tan m@ldita
—¡¡AAAAHHH!! ¡ALÉJATE DE MÍ! El grito desgarrador de la mujer resonó en la húmeda y oscura habitación de piedra, un lugar sombrío donde las paredes estaban cubiertas de musgo y polvo. Las ventanas, en un triste estado de abandono, permitían que una luz intensa y anaranjada se filtrara… una luz proveniente del… ¡FUEGO! Esa noche, el caos reinaba en el exterior del viejo edificio, un lugar solitario en medio del denso bosque. Las llamas lo consumían con voracidad, mientras el aire estaba impregnado de un olor a ceniza y destrucción. Frente a ella, una bestia imponente se erguía, un enorme lobo cuyo pelaje dorado estaba manchado de un rojo intenso, que por supuesto… ¡ERA SANGRE! Misma sangre que goteaba de su hocico y caía de sus colmillos afilados. Era evidente que este monstruo había estado involucrado en algo horrendo, en una cacería que había dejado huellas de muerte a su paso. La hembra, atrapada en un estado de pánico, se lanzó de la camilla de piedra donde habí