Leonard
Sostengo la pluma entre mis dedos, sintiendo cómo algo en ella vibra de forma sutil pero constante, como si guardara un secreto que todavía no estamos listos para escuchar.
Es blanca, impecable, y sin embargo hay un rastro tenue de ceniza en la punta, como si hubiera sido arrancada del corazón de una tormenta.
—¿Dónde apareció exactamente? —pregunto, mirando a Evelyn, que la sostiene contra la luz de la fogata como si fuera una joya maldita.
Puedo notar la tensión en su cuerpo, en la postura de su espalda, en sus labios apretados y me molesta no saber que hacer para calmarla.
No veo la hora que esta pesadilla termine y ella puede vivir en paz, en esa que parece que le han negado por años.
—Sobre mi manta —responde, con la voz baja—. No la vi caer. Solo… apareció. El cuervo estaba ahí. Te juro que me miró, y luego se fue.
Los susurros no se hacen esperar, sé que mis hombres están nerviosos, este es un enemigo totalmente distinto a todo lo que hemos enfrentando.
A mi lado, la he