Capítulo 114.

Volver a la conciencia era como intentar nadar hacia la superficie con los pulmones llenos de piedra. No sabía dónde estaba, ni cuánto tiempo había pasado desde que caí, ni siquiera si seguía entera. Solo sabía que… dolía. Todo dolía de un modo extraño: no como una herida, sino como si algo dentro de mí estuviera siendo drenado gota a gota.

Y luego entendí por qué.

Porque literalmente lo estaba.

Había un pinchazo en mi brazo. O dos. Tal vez tres. No tenía fuerza para girar la cabeza, pero podía sentir cómo la sangre tibia se escurría por mi piel antes de que alguna especie de tubo o aguja le impidiera escapar del todo.

La sangre Suprema… eso buscaban. Los humanos... los lobos... los Renegados.

Intenté respirar hondo y mis propios pulmones protestaron. La oscuridad se tragó mi visión durante un instante, llevándome de regreso a ese limbo borroso donde solo existía el dolor.

Voces.

No veía rostros, apenas sombras que se movían más allá del velo de mi inconciencia.

—Báj
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