Zeiren
Apenas cerramos las celdas, Damien y yo caminamos en silencio por el pasillo de piedra.
El aire del Averno se arremolinaba a nuestro alrededor, cargado de azufre y calor. Algo a lo que ya no estaba acostumbrado. Años sin pisar estás tierras, me hacían extrañar el cielo.
"Y si alguien sabe que estoy aquí... nos traería muchos problemas. Pero saber quién está al lado de mi pequeña, lo merece."
A unos metros, una puerta oscura nos llevó hasta las oficinas que Cor había montado desde que ocupó su lugar como Parca. Un sitio desde el cual podía vigilar cada rincón de ese laberinto.
Entramos. El ambiente era distinto allí: paredes recubiertas con piedra lisa, mesas talladas y pantallas de obsidiana encantada colgando del techo, cada una mostrando diferentes sectores de las celdas y corredores.
Me pasé la mano por el pelo, inquieto.
—¿Estás seguro de que Cor va a demorar hoy? —pregunté con voz baja, aunque sabía que no había nadie más escuchándonos. La idea me revolvía las tripas—. N