Rowan
La mesa estaba llena.
Los otros alfas se mantenían en silencio, escuchando los reportes de bajas y daños tras el ataque. Las caras serias, las miradas cargadas de rabia… el olor a sangre y ceniza impregnaba el aire.
—Se han contabilizado once muertos, ocho heridos graves —informó uno de mis hombres—. Los vampiros no se llevaron cuerpos ni prisioneros. Podemos afirmar que fue una distracción.
Abrí la boca para preguntar por los puntos débiles, pero la puerta se abrió de golpe. Los del consejo entraron como si fueran dueños del lugar, interrumpiendo la reunión sin la menor cortesía.
Me giré hacia ellos, la mandíbula apretada.
—¿Acaso no ven que estamos ocupados? —gruñí.
—Esto no puede esperar, Alfa —dijo el más viejo, con una voz seca que me irritaba—. El ataque de anoche ha alterado a la manada. Es fundamental que la ceremonia de apareamiento siga su curso para reforzar la estabilidad.
Mi sangre comenzó a hervir. No solo irrumpían sin permiso, sino que pretendían darme órdenes c