Clara
Lo vi arrodillado frente a mí, como si el mundo entero se hubiera dado vuelta.
Un Alfa… de rodillas.
Y no cualquier Alfa.
Rowan.
El hombre que me había marcado sin permiso.
El lobo que me había hecho sentir cosas que jamás creí posibles.
El mismo que ahora me miraba con ojos que no eran de cazador, sino de hombre roto… temeroso de perder lo que consideraba sagrado para él. El vínculo de su compañera… a mí.
Y aun así…
No podía negar lo que me pasaba cuando lo tenía tan cerca.
Que algo en mí se estremecía cuando decía mi nombre en ese tono grave y tembloroso.
Ni que su presencia me encendía por dentro, como jamás lo habían logrado las caricias de Caleb, por más tiernas que fueran. Esto era algo nuevo y único, que traspasaba más allá de la piel.
Él movía algo en mí. Algo primitivo, profundo, real.
Y eso me asustaba muchísimo.
No estaba lista para esto.
No quería estarlo.
Me tragué las ganas de llorar y lo miré, intentando mantener la voz firme, aunque todo en mí temblaba.
—¿Podrías