Cuando abrió los ojos, la asaltó un dolor terrible. Su vientre se contraía con una fuerza terrible, con apretujones diseñados para doblarla o partirla a la mitad.
Liberó un grito, y sus esclavas vinieron corriendo a socorrerla, pero no había mucho que pudieran hacer por ella.
La sangre comenzó a brotar de entre sus piernas, y el dolor de reconocer lo que realmente sucedía, la pérdida, fue más insoportable que el dolor físico.
Cuando todo hubo terminado, tomó en sus manos en cuerpecito sin vida, ensangrentado y frío, y lo beso con desesperación.
Lo único que habría quedado de su amor.La única prueba de su felicidad, y el último vestigio de su amado, acababa de morir.
Permaneció en su cama, sin querer comer por semanas.
Entristecida.
Y cuando se recuperó lo suficientemente como para salir de su lecho, se fue a la chimenea tomó cenizas y rasgó sus ropas en señal de luto.
Sulima se golpeaba a sí misma.
Con la mano cerrada en un puño golpeaba su pecho. Desesperada..
Maldiciéndose