—Ya que ambas partes han arribado a un acuerdo, queda establecido que la suma de cincuenta mil libras esterlinas serán pagadas a la Señorita Susan Brandon en el plazo de veinte y cuatro horas.
El juez hace chocar su martillo de madera contra la mesa, dando por terminada la sesión, y dejando claro el veredicto.
El abogado de la defensa se puso en pie, estrechando la mano del juez, en lo que Susan liberaba una plegaria de agradecimiento a Dios.
En su hora de mayor tribulación había aparecido un ángel, dispuesto a pelear por ella y a demostrar su inocencia.
Brian tomó su mano, para estrecharla, pero ella estaba tan feliz, que se lanzó a sus brazos y lo abrazó, llenándole las mejillas de besos.
¡ Era libre!
Y recibiría un dinero que la ayudaría a mantenerse a flote hasta que pudiera conseguir un trabajo.
Desde el otro lado de la mesa, el árabe contemplaba el despliegue de familiaridad y “ cariño” entre la acusada y si abogada, y sintió como la rabia lo recorría. Quemando sus v