POV: Annika Klein Estaba desesperada. No saber el paradero de Loti me estaba volviendo loca. Le pedí a Lena que averiguara qué había pasado, pero no logró encontrar nada. ¿Se había ido? ¿Se lo habían llevado? Artem… él tenía que estar detrás de esto. Temía que le hiciera daño a Loti, y yo aquí, encerrada e inútil.—Deberías calmarte. Sabes por qué estás aquí. No lo empeores —me aconsejó Lena desde la esquina de la sala, su mirada reflejaba desaprobación.—No lo entiendes. No puedo —el malestar regresó, ese nudo en el pecho que me ahogaba cada vez que el pánico se apoderaba de mí—. ¿Y si le pasó algo? ¿Y si…?Mis palabras se cortaron de golpe cuando la puerta se abrió y vi a Loti entrar. Estaba bien, sin rasguños. Quise levantarme y correr hacia él, abrazarlo, pero no pude. Él llegó antes y me detuvo.—¿Qué crees que haces? No puedes levantarte —gruñó con tono alarmado—. Quédate acostada.—¿Dónde diablos estabas? —exclamé, entre alivio y enojo—. ¿Qué te pasó? ¿Estás bien?Había algo e
POV: Lothar Weber Mi pasado seguía tan vívido como una herida que se niega a cerrar. Crecí en un orfanato, rodeado de niños rotos y adultos aún más crueles. Éramos desechos de la humanidad, o al menos eso nos decían cada día. Nos repetían que nadie nos quería, que no éramos más que errores abandonados. Con el tiempo, esas palabras dejaron de ser solo insultos; se convirtieron en una verdad inquebrantable que cargábamos como una segunda piel.Al principio soñaba con mi madre. Imaginaba si sería hermosa, si sus ojos se parecerían a los míos. Me preguntaba por qué me había dejado allí, frente a esa puerta que ocultaba el infierno. Pensaba también en mi padre, si alguna vez se sintió orgulloso de mí o si siquiera supo que existía. Dibujaba sus rostros sin haberlos visto jamás, y me convencía de que, algún día, vendrían a buscarme.Pero la esperanza es un lujo que el dolor no permite. Cada golpe, cada insulto, cada día de hambre y encierro se encargaba de arrancarla de mí. Comprendí que n
POV: Jessica Engel Estaba aterrada, más que nunca. Pero no importaba. Hoy acabaría con todo. Hoy me libraría de ese desgraciado para siempre.Estacioné frente a la entrada, apretando el volante hasta que los nudillos se me pusieron blancos. Ojalá siguiera dormido. Las pastillas disueltas en su té debían mantenerlo inconsciente más tiempo.Tomé aire y bajé del auto. El corazón me martilleaba al galope. Al entrar, el silencio era tan denso que me hizo dudar si avanzar o devolverme. Solo vivían con nosotros dos empleadas, Brandon y algunos guardaespaldas de Rainer. No quería exponerse hasta que la tormenta que él mismo había desatado se calmara. Lo que no sabía era que esa misma tormenta estaba a punto de engullirlo vivo. Apenas crucé la puerta, un grito desgarrador me paralizó. Tragué saliva con dificultad. Reconocí la voz de la empleada que trabajaba para mí. Algo iba mal.Di un paso y entonces lo vi. Rainer salió de una de las habitaciones arrastrando a la chica por el cabello.—¡T
POV: Lothar Weber Nika fue dada de alta y la traje a salvo a nuestra mansión, sin complicaciones. Pero no podía quitarme de la cabeza la presencia de los carroñeros de Maksim rondando cerca. Esos malditos resultados me tenían ansioso, pero disimulaba para que Nika no lo notara. No podía contagiarle la misma inquietud.Ella parecía más animada al volver, y tenía motivos: ahora sabíamos que en su vientre crecían un niño y una niña. Nuestros mellizos. Ya me hacía a la idea de tenerlos en brazos, pequeñas vidas llamándome papá.—El doctor dijo que no podía hacer nada —protestó mientras la acomodaba en la cama—. Si antes me aburría por no moverme mucho, ahora será peor.—Es por tu bien —fui al armario y saqué ropa limpia—. No estás en condiciones de hacer nada después de lo que pasó. Solo descansa. Yo me haré cargo del resto.Tomé una toalla para darme una ducha, pero su voz me detuvo.—Cuando salgas... ¿podemos hablar? —su tono tenía una sombra de duda—. Debemos hacerlo, ¿sabes?Sabía ex
Cuando llegué a la dirección que Artem me había dado, él ya no estaba. Maldito lunático. Se largó en cuanto supo que Dorothea estaba conmigo. Aún no entendía cómo ella podía soportarlo con esa mente retorcida. Sus celos no eran normales.El lugar era una bodega abandonada, impregnada de suciedad y hedor a humedad. Cajas viejas se apilaban en rincones oscuros, acompañadas de ratas que correteaban entre la basura. No era muy diferente a mi propio subterráneo de tortura, el cual —por cierto— debía desmantelar cuanto antes. Ahora que planeaba una vida con Nika, todo eso debía quedarse atrás.—Ya estás aquí —la voz rasposa de Roco me recibió. El hombre de la cicatriz en la cara, el perro leal de Artem—. Están justo ahí.Señaló con la barbilla hacia una esquina. Dos figuras se retorcían en el suelo como lombrices fuera de la tierra, amordazadas con cinta. Sus gritos quedaban ahogados tras el adhesivo.—Uf, qué escena más desagradable —murmuró Lena, quien insistió en acompañarme—. Me dan náu
Loti no había regresado, y las horas seguían pasando. ¿Qué tanto tenía que hacer afuera? Sergio me dijo que se había ido con Lena porque Zen los había solicitado. ¿Para qué? ¿Otra tortura? Pero esos trabajos Loti los hacía en su subterráneo y el sótano. No podía estar tranquila. Seguía desconfiando hasta de mi sombra. Los rusos continuaban merodeando en algún lugar ahí afuera, y eso ya era una amenaza suficiente.Me cansé de estar en cama tanto tiempo. Cuando al fin me puse de pie, tratando de recuperar el equilibrio, la puerta se abrió. La corpulenta figura de Loti apareció en el umbral. Sonreí ampliamente y sentí que volvía a respirar con normalidad.—Loti, qué bueno que…—¿Qué hacías de pie? —espetó con agresividad, cruzando la distancia en dos zancadas—. Te dije que descansaras, nada de levantarte, Nika.Con cuidado, me hizo sentar de nuevo en la cama, acomodándome contra la cabecera mientras deslizaba una almohada detrás de mi espalda, procurando que estuviera cómoda.—Es que est
El alma me volvió al cuerpo al repasar una y otra vez esas palabras. Era real. Me sentí aliviado y, aunque debería sorprenderme más que la sangre Zaisevt corriera por mis venas, no lo hizo. Lo único que me importaba era la seguridad de Nika, y ya la tenía en mis manos.Escuché a Artem bufar con fastidio y levanté la mirada, dándome cuenta de que no había dejado de mirar el papel. Maksim tenía una sonrisa satisfecha en el rostro, con un matiz que rozaba lo… ¿empático?—Ya ves, Artem, yo tenía razón —el anciano miró a su nieto, quien mantenía los puños cerrados sobre las rodillas—. Es tu primo.—Primo mis bolas —murmuró el ruso con obstinación. Maksim negó con la cabeza y volvió su atención hacia mí.—¿Qué piensas, Lothar? —lo miré, sin entender a dónde quería llegar—. Ahora sabes quién eres. Mi nieto, a quien buscaba. Tu mujer y las criaturas están a salvo.La sangre me hervía ante su tono despreocupado. ¿De verdad esperaba que le agradeciera por esto? Amenazó sin titubear la vida de p
POV: Annika Klein Vomitaba por tercera vez en la mañana, inclinada sobre el inodoro, mientras mi cuerpo se estremecía con cada arcada. Sergio me palmeó la espalda en un intento de reconfortarme, pero no podía aliviar mi angustia. Loti no estaba a mi lado cuando desperté, y ahora la preocupación me tenía el alma en un hilo. Cuando finalmente mi estómago no tuvo nada más que expulsar, me enjuagué la boca. Ni siquiera había desayunado, esperando su regreso.—Trate de no alterarse —dijo Sergio con seriedad—. El señor está bien.—¿Quién puede asegurarlo? —repliqué con amargura. Nadie podía darme esa certeza.—Si sigue así, los bebés se verán afectados otra vez —advirtió el anciano. Su advertencia me tensó de inmediato, recordándome la última vez… la sangre, la debilidad extrema.—Está bien, puedes retirarte —murmuré, recostándome en la cama.Sergio obedeció y se fue, dejándome sola con mis pensamientos. Tenía que calmarme. Pero ¿cómo hacerlo cuando ni siquiera sabía si Loti estaba bien?