Epílogo.
Cinco años pasaron. Los mellizos Lombardi llegaban de la escuela, y con ellos su hermana menor que estaba en el mismo colegio pero en el jardín de niños.
— ¡Mamá, ya estamos en casa!
Adriana los recibió como todos los días, más al ver al pequeño Doménico, se dió cuenta de que traía un morado en el ojo.
— ¿Pero que fue lo que te pasó? ¡Mira nada más como vienes!
— Ese fue un niño que le quitó una golosina a Isi, mamá. No podíamos permitir que se saliera con la suya. Nadie le roba a un Lombardi y se queda sin castigo.
— Pero querido, era solo una golosina, no había necesidad de que pelearas. Espera aquí, traeré el botiquín de primeros auxilios.
Mientras la hermosa madre corría a traer el botiquín, el CEO Lombardi llegaba como todos los días a comer con su familia. Ese era su momento sagrado. Siempre estaba al pendiente de la crianza de sus hijos y le gustaba preguntarles cómo les había ido en la escuela. Sobre todo a su nena, la cuidaba muchísimo. Pobre de quién se atrev