Los días pasaban y el CEO ruso seguía inventando pretextos para entrar a la mansión Alcántara. De pronto ya lo invitaban a comer, a tomar el té, o a cenar.
— Sé que estás muy ocupado, Egon, me alegra que te dieras tiempo de venir a cenar con mi familia. — Andye decía mientras le daba un sorbo al vino de mesa que degustaba.
— Si. ya papá le debería de pedir que aporte para los gastos de la casa. Últimamente lo veo más a él que a ti Andye.
— El mayor de los hermanos, Andrés Alcántara y sobre todo Egon, se quedaron sorprendidos por el comentario. Al ruso se le subieron los colores al rostro de la pena.
— ¿Pero que son esos modales, niña? El joven ruso es nuestro invitado más estimado. Es un excelente socio y buen hombre. Por favor disculpa a mi hija, ella está de muy mal humor últimamente, el embarazo la tiene así. — El padre de familia reprendía a su malhumorada hija.
— Señor Alcántara. Yo puedo pasarle un cheque por las molestias que doy en su casa. No tengo problema por e