121. Debo seguir mi camino
Después de los acontecimientos de los últimos días, al fin parecía que todo estaba normal.
El amanecer llegó con un cielo claro y brillante sobre la manada de Fuego. Tras la noche marcada por el nacimiento de los gemelos de Dayleen, la calma parecía haber vuelto, aunque fuera por un instante.
Aria despertó.
El primer aliento que tomó fue doloroso. El cuerpo aún le ardía, como si fuego líquido corriera bajo su piel. Se incorporó con esfuerzo, y miró alrededor.
Estaba sola.
En un cuarto pequeño, sin lujos, sin ataduras. Un catre, una mesa, y una ventana con barrotes de madera. No era una habitación de Luna. Era un cuarto de confinamiento.
Parpadeó. Trató de recordar, aunque le dolía la cabeza al intentarlo.
Fragmentos llegaron, como golpes: voces en su mente, una oscuridad que la acariciaba por dentro, una risa femenina… y sangre. Tanta sangre, recordaba haber venido sangre de inocentes. Ver a su propia tía siendo torturada sin poder hacer nada.
La puerta se abrió.
El beta de Se