111. Quieren retrasarnos
El frío se colaba entre las costuras del abrigo de Annika mientras el grupo avanzaba por el sendero nevado. A su lado, Cassian inspeccionaba el terreno con los ojos entrecerrados, atento a cada sonido, a cada crujido fuera de ritmo. Detrás de ellos, Sebastián, Xavier y Dayleen cabalgaban en silencio, concentrados, sus miradas clavadas en el horizonte blanco.
Habían partido del castillo de Aryndell al amanecer, con provisiones limitadas, pero con una determinación clara: llegar a la manada de Fuego antes de que el mal que se gestaba allí fuera imposible de detener. La noticia del hijo de la muerte, la resistencia del feto oscuro, y la desaparición de Heretia había puesto en alerta a todos.
Su camino los llevó primero por el límite del territorio de la manada de Aire, donde las montañas comenzaban a inclinarse suavemente hacia los valles nevados. A pesar de las advertencias de los centinelas, cruzaron con el permiso del Rey Alfa, quien les había proporcionado un pase especial para evita