94. Ya estoy marcada

Ya era momento de poner las cartas sobre la mesa y dialogar sobre su situación, así que se separaron de la fiesta para tener un momento privado.

El salón del Trono estaba vacío, iluminado por los últimos rayos dorados del atardecer que se colaban por los ventanales altos. El eco de la celebración aún vibraba en las paredes del palacio, pero ahí dentro… solo quedaban ellos dos, sin ojos fisgones.

Dayleen lo esperaba de pie frente al trono. Tenía el emblema de Casa Real en su pecho con un broche y sus ojos grises brillaban con una frialdad que hacía temblar el aire. No necesitaba levantar la voz. Su sola presencia era suficiente para llenar la sala de autoridad.

El aura que no había hecho más que crecer para que todo aquel que la mirase supiera ante quien estaba.

Sebastián entró escoltado por un guardia que lo dejó y cerró la puerta detrás de él. Por un instante, ninguno habló, como si no esperasen que el otro lo hiciera primero.

Hasta que Dayleen rompió el silencio, porque no sopo
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