La noche antes de partir, la manada de Tierra celebró en silencio. No hubo banquetes ni música. Solo un susurro de respeto por la Guardiana que al amanecer viajaría hacia el corazón del Imperio. Los guerreros ofrecieron ofrendas en los árboles sagrados, y los ancianos recitaron oraciones antiguas a la Diosa Selene. Dayleen observaba todo desde la ventana de la cabaña que le habían asignado, con el corazón apretado.Sabía que algo importante la esperaba… pero no se sentía preparada.Un golpe suave en la puerta la sacó de sus pensamientos.Era Xavier. Y lo supo sin siquiera verlo. ¿Cómo estaban tan conectados?Vestía sencillo, sin su túnica ceremonial ni collares de Alfa. Solo él. Alto, hermoso y sereno, como si la tormenta de sentimientos que escondía no pudiera verse desde fuera. Pero claro que lo veía en sus ojos, tan azules y profundos que la dejaban sin respiración.—¿Puedo pasar?Ella asintió.El silencio entre ambos fue cómodo, casi cálido. Xavier caminó por la habitación hasta
En lo alto de la torre imperial, el Cuervo Real regresó batiendo sus alas oscuras como la medianoche. Aterrizó con precisión sobre el brazo enguantado del maestro de mensajes, quien retiró con delicadeza el pequeño pergamino amarrado a su pata. —Viene con respuesta, mi señor —anunció con voz firme. El mensajero se inclinó ante el trono elevado en la sala de audiencias del Imperio de Aryndell. Allí, entre columnas de obsidiana y fuego líquido, el Rey Alfa observaba con los ojos entrecerrados. A su lado, tres consejeros aguardaban con semblantes solemnes. El papel fue abierto. Era una respuesta breve… pero suficiente.“Acepto la invitación. Viajaré a través de la manada de Aire. Firmado: D.N, Guardiana de los Lobos.” La sala se llenó de un silencio reverente. —Así que vendrá —susurró el Rey, sus dedos tamborileando sobre el respaldo del trono—. La última Guardiana de los Lobos, estará pronto aquí. El más anciano de los consejeros asintió lentamente. —La leyenda cobra vida.
El sol apenas se alzaba en el cielo cuando los tres lobos dejaron atrás los límites del bosque de la manada de Tierra. Fueron solos, sin la protección de sus guerreros. El camino era peligroso y preferían evitar arrastrar gente innecesariamente.Avanzaban en silencio, bordeando los antiguos caminos que alguna vez conectaron todas las regiones bajo un solo reino, antes de la fragmentación. Antes de la Guerra entre manadas más sangrienta de la historia. Xavier lideraba el grupo con mirada aguda. A su lado, Dayleen cabalgaba con la capa de hojas plateadas ondeando tras ella, y Annika cerraba la formación, alerta a cada sonido: era una excelente rastreadora. El viaje a la manada de Aire no solo implicaba territorio desconocido, sino caminos olvidados, erosionados por el paso del tiempo y por la indiferencia de las manadas enemistadas. No solían visitarse entre ellos a menos que tuvieran una razón importante, como discutir sobre las provisiones o en su casa, conseguir aliados. La manada
Prefacio ...Hoy era el día en que finalmente se uniría con su mate frente a toda la manada. Después de todo su sufrimiento, por fin sería su Luna, la Luna de todos aquellos que la habían mirado con desprecio y desdén.Sonrió mientras volvía a acomodarse el vestido blanco, el cual era sencillo y humilde, tal y como su rol debía de ser. Una madre para la manada, pura y limpia de malos sentimientos. La noche comenzaba a caer, sentía los nervios recorrerle desde la punta de los pies al estómago, su corazón latía agitado por la emoción.Escuchó bullicio afuera de la cabaña, la mayoría se dirigía al templo de celebraciones. Ahí tendría lugar el día más importante de toda su vida, el día por el que había valido la pena no ceder a sus pensamientos deprimentes y dejarse caer al vacío.Terminó de arreglarse hasta que sonaron los tambores que anunciaban el comienzo del espectáculo.Suspiró, lista para salir de su escondite y unirse a la celebración.Su mano tomó la perilla, casi preparada par
-Meses atrás... - Dayleen sabía que ser parte de la manada FUEGO INDÓMITO era un modo de asegurar su supervivencia ante ese mundo moderno que se había formado luego de que la tierra había sido testigo de una de las guerras entre razas más sangrientas de la historia. Pero saberlo y hacerlo eran cosas muy distintas, no conseguía dar resultados y pronto sería expulsada de la manada. Miró sus manos con impotencia. Eran totalmente inútiles. —Aunque las mires durante diez horas seguidas, seguirán sin ser capaces de controlar el elemento, Dayleen —le había dicho su madre por décima vez. Frunció el ceño sin comprender sus palabras. —Deberías apoyarme, no desalentarme —refunfuño—. Cuando veas a tu hija ser parte de la servidumbre de la manada desearás haberme motivado más. Eryn la observó con una expresión de tristeza. —Lo siento, cariño. Pero la sacerdotisa nos lo dijo a tu padre y a mi desde que naciste, que no posees ni un poco de la chispa del fuego, tal vez siendo guerrera
Dayleen se miró en el espejo, ajustándose el vestido blanco que su madre le había preparado para el ritual de graduación.Era un día importante para ella y para los demás jóvenes de la manada, así que quería sentirse especial. Pero su mirada se desvió hacia el lunar plateado en su hombro, y se sintió un poco incómoda.Las dudas no habían podido dejarla en paz. ¿Qué significaba ese lunar? ¿Por qué había aparecido de repente? Quizás era una enfermedad que recién iniciaba.Su madre la llamó desde fuera de la habitación, recordándole que era hora de ir a las aguas termales con las demás chicas.Solto un suspiro cargado de nervios.Era una tradición que las madres llevaran a sus hijas a bañarse en las aguas termales de la manada antes del ritual de graduación. Por lo que tenía sentido que Dayleen se pusiera un poco nerviosa, sabía que las demás chicas venían de familias más ricas y tradicionales.Se suponía que debía vestirse con ropa tradicional que hubieran heredado las mujeres de su fam
Dos meses habían pasado desde la graduación, y Dayleen y Sebastián habían estado pasando cada vez más tiempo juntos. Habían ido de caza, explorado el bosque e incluso habían tenido algunas sesiones de entrenamiento intensas. Dayleen había empezado a sentirse más cómoda en su presencia, y Sebastián parecía disfrutar de su compañía. ¡La compañía de una simple Omega! Un día, mientras paseaban por el bosque, Dayleen le preguntó sobre su pasado. Quería hacerlo dede el comienzo pero le daba miedo arruinar lo que tenían si indagaba más allá. —¿Qué pasó entre tú y mi prima, Aria? —preguntó, mirándolo con curiosidad. —Nuestros padres no aprobaron la relación —confesó Sebastián, suspirando—. Aria ya estaba comprometida con otro lobo desde su nacimiento, y mis padres querían que yo me casara con alguien de una manada aliada para fortalecer nuestras alianzas. Después de todo, era mi deber volver a la manada más fuerte y hacer mi Luna a una mujer sin poder político era inconcebible. —¿Y tú
- Presente - Dayleen sintió el peso del destino caer sobre sus hombros cuando cruzó las puertas de la cabaña que antes había compartido con Sebastián. Su corazón latía con fuerza, anticipando el dolor que se avecinaba, pero listo para enfrentarlo. La conexión de su vínculo la había alertado, aunque su mente se negaba a creerlo hasta no verlo con sus propios ojos. Necesitaba asegurarse. El olor dulce del sexo estaba por todas partes, mezclado con el aroma de Sebastián. Dayleen se detuvo, su pecho subiendo y bajando frenéticamente mientras su mirada se clavaba en la puerta entreabierta del dormitorio. No necesitaba abrirla para saber lo que ocurría al otro lado, pero su instinto la empujó hacia adelante. Cuando empujó la puerta, la escena frente a ella la golpeó como una daga al corazón. Sebastián estaba sobre Aria, sus cuerpos entrelazados de una manera que no dejaba lugar a dudas que él le hacía el amor. El gruñido de su loba resonó en su mente, furiosa, herida. —¿Sebastián