Capítulo 97 —Unos ojos bonitos
Narrador:
Franco terminó separándolos a empujones, con el rostro rojo del esfuerzo.
—¡Basta los dos! —tronó, con la voz áspera —Si van a matarse, lo hacen después. Ahora, al despacho.
Los dos respiraban agitados, con las caras marcadas por los golpes. Renzo, con el labio partido y la mirada todavía encendida; Luigi, con la mejilla enrojecida y el cuello marcado. Ninguno habló. Solo caminaron detrás de Franco, como dos animales contenidos a la fuerza.
Al llegar al despacho, Franco abrió la puerta de un golpe.
—Siéntense. —ordenó, con un tono que no admitía réplica.
Ambos obedecieron, cada uno en un sillón opuesto. El aire estaba cargado de hostilidad, pero el cansancio les pesaba en los brazos. Franco llamó a una mucama que apareció enseguida.
—Trae hielo. Para los dos. Y whisky.
La mujer regresó minutos después con una bandeja: dos bolsas envueltas en paños, rígidas por el frío, y una botella de cristal con tres vasos. Se acercó primero a Renzo, que tomó