Capítulo 165 —Una guerra ajena
Narrador:
Roman estaba en su despacho, solo, con la penumbra envolviendo cada rincón. La mesa tenía papeles abiertos, pero él no los miraba. El teléfono vibró sobre la madera. Contestó sin presentaciones.
—¿Ya? —su voz sonó fue grave y sin titubeo.
—Sí —dijo Eros desde el otro lado —Está muerto.
No hubo sorpresa. Roman ya había ordenado esa muerte cuando Eros lo llamó en medio del interrogatorio. “Cuando lo diga todo, lo matas”. Esa fue la sentencia, y sabía que su hombre la cumpliría al pie de la letra.
Hubo un silencio breve en la línea. Se escuchó apenas la respiración de Eros, cargada aún de la violencia reciente.
—Habló —añadió —Soltó nombres, contactos. Algunas piezas encajan. Otras… solo ruido.
Roman asintió en silencio, aunque nadie lo veía. Caminó hasta la ventana, mirando la oscuridad del jardín como si en ella estuviera el eco de todas sus guerras.
—Entonces sirvió —dijo al fin —No por lo que reveló, sino porque ahora su sombra no nos va a pers