Capítulo 107 —Establecerse
Narrador:
Mientras la calma volvía poco a poco a la mansión de los Adler, lejos de allí, Mateo comenzaba otra revuelta. Una que no se hacía con armas ni con planes calculados, sino con risas ahogadas, besos robados y una pasión que se colaba a escondidas en la casa de Dinorah.
Apenas terminaron de comer, ella se levantó para llevar los platos, pero Mateo la atrapó del brazo y la jaló hacia él con esa sonrisa descarada.
—¿A dónde crees que vas, capitana? —murmuró contra su oído.
—A dejar esto en la cocina —respondió, con media risa que intentaba sonar firme.
Mateo negó, la levantó en vilo y la cargó hasta el pasillo. Ella lo golpeaba en el hombro entre carcajadas ahogadas.
—¡Baja la voz! —le susurró, casi mordiendo de risa —¡Diego está durmiendo!
—Entonces tendrás que callarme. —replicó él, pegando su boca a la de ella en un beso ardiente, tan intenso que la dejó sin aire.
Entraron al dormitorio entre tropiezos y risas sofocadas. Dinorah intentó decir algo