Capítulo 30

La noche invernal envolvía el bosque en su abrazo gélido, y la nieve crujía bajo las patas de los dos lobos que corrían con libertad por el suelo helado, Alana, en su forma de loba de pelaje cobrizo y ojos brillantes como estrellas fugaces, era un destello de vida en la oscuridad, su figura destacando entre los árboles como una llama danzante, mientras que Otto, rompía con la blancura de la nieve, antes su pelaje negro e iluminaba la noche con sus ojos amarillos que parecían lunas profundas y misteriosas. Otto la seguía no solo con el cuerpo, sino con el alma, la conexión entre ellos era palpable, como si la misma naturaleza los hubiese diseñado para estar juntos, y es que así era, los dos lobos corrían en un juego de persecución, sus patas golpeando el suelo con un ritmo constante y armonioso, donde Alana se desviaba bruscamente hacia la izquierda, y Otto, ágil y rápido como una sombra que baila entre luces, la seguía sin perderle el rastro. La nieve volaba detrás de ellos formando
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