La sorpresa no es de quien la da.
«Odio trabajar en estos tipos de lugares, ¿Cómo demonio dejé que esta chiquilla me convenciera?», protestaba Sacha a medida que recordaba cómo le había pedido a Zulema qué le permitiera trabajar en la heladería.
Caminaba con pesadez observando la bolsa de playa llena de dibujitos que Zoe la hizo utilizar y se sentía tan tonta, e infantil. Sus gustos son distintos, pero claro, como lo sabría Zoe, si no es el tipo de chicas con las que le gusta compartir, y por esa razón ella sentía que estaba haciéndola de niñera, aunque no es que ella y Zoe se lleven mucha edad, sin embargo, en el fondo, no le parece muy desagradable porque tratar de congeniar con alguien tan distinto es algo nuevo y posiblemente hasta bueno.
«Zoe es una mala influencia para mí», rodó los ojos cuando no paraba de pensar en las cosas que extrañamente sintió mientras dialogaba con ella, y que todavía le parecen raras porque nunca quiso dejar de ser lo que era hasta que pensó que cambiando de vida podría estar mejor.
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