El poder no se mide.

 Manejado por la frustración de no obtener lo que fue a buscar a dicho lugar Isaías solicitó la presencia del gerente del club provocando que Sacha al verlo temblará en su lugar.

«Él no era el cliente que se supone que tendría esa noche», pensó asustada viendo a Isaías que la veía con sus ojos rojos del enfado, y con mandíbulas tensionadas que le daba un aspecto terrorífico.

—Señor Sharman, es un honor tenerlo aquí— lo saludó el gerente cuando llegó al área de espera en dónde estaban esperando él y Sacha.

—No pareciera que sea un honor, porque para empezar me han cambiado a la chica que solicité enviándome en su lugar a una cría inexperta que a la primera salió corriendo, haré que cierren este lugar— gritó Isaías con voz gutural y que a ellos los hizo temblar porque su voz de alfa produce temor.

—¿Sacha que ha pasado?, ¡EXPLÍCATE AHORA MISMO!

Le exigió el gerente sin entender debido a que era el reclamo de Isaías y escuchar que él haría clausurar su club lo asustó porque bien conoce el poder que tiene Isaías.

—Se-señor yo… yo estaba esperando a mi cliente que sería el señor Polanco, pero el tiempo transcurría y él no llegaba, cómo sentía un fuerte dolor de cabeza salí de mi habitación para venir a buscar un calmante, de verdad no sé nada, y si alguien usurpó mi lugar no podría decirle— mintió la mujer para salvarse de ser echada de su empleo, pero sobre todo para librarse de ser abochornada por su jefe, ya que infringió una regla al dejar que Zoe entrase a su cuarto.

«Luisana prima mira en el problema que me he metido por ayudarte», se quejó queriendo reclamar.

—¡Mientes! — bramó Isaías oliendo las emociones de la mujer que no podía sostenerle la mirada, y el ritmo de su corazón parecía ser un sonido bastante fastidioso para él con su buena audición.

—¡Carajo Sacha! ¿Cómo podría ocurrir algo tan inusual? — le reclamó su jefe mediante gritos.

—No miento, eso sucedió—. Musitó con voz trémula entrelazando sus dedos y sudando las manos mientras que sus tripas sonaban por el cólico estomacal que le provocan los nervios.

—Revisaré las cámaras de seguridad y buscaremos el listado de las personas que han ingresado— le amenazó el gerente observándola con mirada severa.

«Cómo pudo esa niña contar con la suerte de toparse con Isaías, ¡¡Todo me sale mal!!», Protestó irónica, ya que Isaías es uno de los pocos clientes con los que logra disfrutar de su trabajo porque se ve mejor que todos esos hombres mayores a los que debe servir sin quejarse.

— Dame la dirección de la chica que me hizo el desplante —. Isaías como bien sabe que le miente, la enfrentó directamente y Sacha sabía que responder a ese pedido la dejaría en evidencia, de modo que bajó la cabeza y volvió a sostener:

—No sé quién es esa mujer, ¿Cómo podría saber su dirección?

Isaías se echó a reír sarcástico, antes de voltearse a ver al gerente.

—Aquí han hecho algo poco profesional, lo investigaré a fondo, y si es lo que estoy pensando van a tener que responderme.

 Tras decir eso Isaías salió soltando uno que otros gruñidos exabruptos porque ahora le toca buscar a esa mujer de la que no sabe su nombre. Lo único que podría reconocer de ella es su aroma.

—Alfa… — lo llamó su conductor en el momento que lo vio acercarse a la camioneta.

—¿Te sorprende? — le preguntó Isaías desabotonando los primeros botones de su camisa con rudeza al mismo tiempo que ingresaba a la camioneta.

Tras cerrar la puerta el hombre sonrió.

—En realidad pensé que te tardarías, por lo regular sueles pasarte horas con esa mujer cuando vienes a visitarla, porque siempre que lo haces es porque estás furioso y hastiado de las lobas— manifestó con tono risueño.

—Estoy más encabronado ahora qué antes de llegar a esta porquería de club, ya no quiero que ninguna mujer baje mi furia, solo vámonos a la manada— solicitó Isaías y el conductor que también es su beta y mejor amigo sonrió.

—¡Como diga el patrón! —se burló divertido.

—Ronald deja tu burla te digo que no estoy de humor y debiste dejar que Franco hiciera su trabajo, ahora esto de que conduzca para mí no me agrada mucho, eres mi beta y debes estar en la manada cuando yo no esté— protestó irritado.

—Le di unas largas vacaciones a Franco y de la manada se encargará Stuart, él es igual de hábil que yo, debo cuidar de mi alfa— respondió a cada queja con agilidad con el objetivo de resolver todas sus preocupaciones.

—Ni que fueran a lastimarme, este espectáculo lo hacemos para los humanos, pero bien sabes que no necesito que me protejan— rezongó irónico.

—Es que no te protejo de ellos, sino a ellos de ti— Ronald respondió sarcástico.

—Serás un malnaci…

Isaías se mordió la lengua para no ofender a su mejor amigo quien reía divertido.

— Ahora dime quién te hizo enfadar tanto, ya escuché el escándalo que armaste— inquirió curioso y vio por el retrovisor como Isaías se pasó la mano por el rostro, se acomodó en el asiento abriendo las piernas y dejó caer la cabeza hacia atrás, viendo hacia arriba.

—Una pequeña humana que me quería extorsionar, pero le faltó valor, y está demás afirmar que la encontraré…

La explicación sonaba más a promesa; una que definitivamente está dispuesto a cumplir así tenga que remover piedra sobre piedras.

—¡Vaya!, no me esperaba eso; parece que te dejó bien impactado.

Ronald volvió a verlo tragándose su pensar, ya que nunca vio a Isaías tan empecinado en buscar a una mujer, pero luego de analizarlo supuso que se debe a que esa chica se ha negado a cumplirle.

En cuanto Ronald volvió su vista al frente arrugó el entrecejo al percatarse de que desde que salieron del club para caballeros dos autos no dejan de perseguirlos.

—Parece que tenemos compañía— anunció a su alfa quien de inmediato sonrió maquiavélico porque entendió que los mismos que buscan dañarlo son los que desean terminar lo que supone que Zoe no fue capaz de lograr.

—Detén la camioneta, necesito divertirme, hoy me convertiré en castigador de humanos— solicitó a medida que enrollaba las mangas de su camisa, manteniendo una sonrisa ladina.

—Solo no los asesines, porque no quiero andar limpiando tus desastres, con los lobos es distinto— le protestó Ronald aprovechando la confianza que tienen ambos y pisando el freno fue bajando la velocidad hasta que aparcó en la orilla de la carretera.

—Aún no he comenzado y ya te estás quejando— bramó Isaías entre dientes.

Los autos se detuvieron del mismo modo en el que Ronald parqueo la camioneta y de ellos salieron seis hombres con fachas de matones, en sus manos traían pistolas y las mostraban abiertamente porque su jefe le había hecho un encargo y ese era silenciar al arrogante empresario Isaias Sharman.

Isaías sin miedo alguno salió a enfrentarlos parándose frente a ellos.

—Se piensa inmortal o es muy imbécil— comentó uno de los sicarios cuando lo vio tan campante con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón y mostrando una sonrisa ladina, como si fuera a saludarlos y ellos antes de actuar se detuvieron a observarlo un poco, ya que a todos los que han tenido que matar por encargo al llegar ese momento se muestran aterrados o se le van encima; en cambio, él estaba sereno, no mostraba miedo, o desesperación, pero menos estaba arrodillado rogando por un poco de clemencia.

—Así es como el insecto de tu jefe repara un error que cometió su empleada, o en realidad no obtuvo lo que necesitaba de mí— le dijo Isaías y ellos no entendían nada de lo que él estaba diciendo, bien que su jefe había pedido acabar con ese cliente porque ya parece que le dará problemas, pero no sabían eso de obtener algo.

—Bien, disparen— les insistió a los hombres quienes se miraron entre sí.

—Literal está loco, mínimo se cree de hierro— se mofó uno y los demás se rajaron de la risa.

—Eso es que estaba viendo demasiado a los X-men, pero vamos a mostrarle que él no es de acero— continúo otro con los comentarios chistosos y jaló del gatillo estando muy cerca de Isaías quien tras recibir el disparo fingió que le habían herido y se llevó la mano al lado izquierdo del abdomen y empezó a decir:

—Ya estoy viendo la luz blanca… me muero, ay, yo en el mejor momento de mi juventud no quiero morir, ahí te voy más allá — cuando finalizó con su actuación terminó rompiendo en carcajadas.

—¡Isaías eres mi ídolo! — bromeó Ronald quien estaba recostado de la camioneta del lado contrario.

—¿Qué eres? — gritó un sicario mostrándose aterrorizado porque no se esperaba eso y desesperado los seis hombres empezaron a disparar, y no era que las balas no le hicieran daño, le dolían muchísimo, incluso lo herían, aunque no le provocan la muerte porque no funcionan en los hombres lobos, pero Isaías que disfrutaba de cosas como esas sonreía como si nada, además de que el dolor le ayudaba un poco a bajar el enfado que Zoe había logrado detonar en él.

Cuando se acercó al primero le dio una sola patada que lo hizo rodar lejos, y no pudo levantarse. En el instante que le pegó con la punta de su zapato en el rostro la mandíbula del individuo creó un sonido como si los dientes junto a todos los huesos de su cara se hubieran roto y justamente eso sucedió dejando al hombre aturdido. Y aunque su lobo luchaba por salir a disfrutar de la pelea, Isaías no se lo permitió, ya que no quiere dejar ver sus rasgos lobuno y menos antes seres tan débiles como lo son los humanos según su entender.

—Los humanos son tan estúpidos— manifestó Isaías viendo a la distancia una luz de un coche que venía avanzando y fastidiado sopesó que no podría divertirse como quería, le dio un golpetazo a otro que tiró al suelo.  Y ese estando en posición horizontal fue lo primero que registró su mente fue la descarga de dolor, que borró cualquier otro detalle. Se le escapó un suspiro de entre los labios y se quedó inmóvil, aturdido por la fuerza brutal del impacto.

Notó el sabor de la sangre, tenía entumecida la parte inferior de la cara y sentía como si los dientes no estuvieran en su sitio. 

Le ardía la punta de la nariz. Le zumbaban los oídos y a pesar del dolor se giró de medio lado, percibiendo cómo le entró polvo en la garganta y de cómo se le habían clavado varias piedrecitas en los hombros, luego en los codos y finalmente en la palma de las manos mientras se incorporaba.

—Vámonos Isaías, enviaré a Stuart a limpiar todo antes de que los humanos lo puedan notar— le pidió su beta una vez estaban los hombres muy golpeados al punto de que no serían capaces de moverse por cuenta propia.

   

En cambio, Sacha, quién estaba muy asustada, simuló delante de su jefe que iría a limpiar su cuarto de trabajo para recibir al cliente que estaba agendado quien por cierto era ese viejo que ella más odia y suponía que era el mismo que estaría con Zoe.

—¡Qué mala suerte la mía, ahora tendré que tirarme a ese anciano panzón! — rezongó furiosa aborreciendo el solo hecho de imaginarlo y caminaba con desgano, deseando que llegase la hora de marcharse porque a pesar de no haber atendido a un solo cliente se siente muy agotada.

—¡Mira nada más en las que me meto por tu culpa Luisana! — refunfuñó entre dientes para no ser escuchada porque si su jefe se entera de lo que hizo tan solo por ayudar a su prima no solo será despedida, sino que puede ser torturada por ese hombre cruel que no admite ningún error.

Inmediatamente, ingresó en la habitación cerró la puerta y fue directo a buscar el dispositivo que había colocado su prima para grabar a Zoe en pleno acto sexual con un extraño.

—¡¡Madre mía!!— chilló horrorizada cuando no lo encontró.

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