En los sucesivos días, se dedicaron a disfrutar el tiempo que les restaba en la finca. Eventualmente, volvieron a las cabalgatas y natación en la piscina climatizada que tenía el lugar, sin esforzar la salud de Federico.
El hombre casi enloquece cuando vio a su esposa con su diminuta bikini. Se acercó a ella y la besó acariciándola con desesperación, tenía que hacer un esfuerzo sobre humano para no poseerla allí mismo.
La llevó hasta una reposera grande y se puso a su lado, frente a ella.
Empezó a tocarla tal cual a ella le gustaba mientras la joven se abandonaba ante las habilidosas y experimentadas caricias de él, porque extrañaba muchísimo disfrutar todo eso con su esposo.
— Estás toda mojada — dijo sonriendo, acariciándole su vulva sobre la tela, acrecentándole el deseo a la joven.
Ella sonrió tontamente. ¿Cuándo ese hombre le haría de una vez el amor? Se preguntó, con frustración y un poco de enojo.
Él se apartó y le dijo con total naturalidad — ¿Merendamos? ¡Mira todo lo que Me