Elizabeth seguía adelante como podía. No comía mucho, y cada día se sentía más débil. Aun así, se obligaba a ponerle fuerza a todo lo que hacía. Estar con su familia la sostenía. Y ahora que Victoria había cambiado tanto con ella, se había convertido en un gran apoyo. Laura también iba a menudo a verla, llevándole ánimo y compañía.
Esteban trabajaba incansablemente, tratando de equilibrar su rol como abogado y hacerse cargo de todo lo que Alfonso ya no podía manejar. En cuanto a Alfonso, comenzaba a pensar que todo lo que estaba ocurriendo tenía algún propósito. Sin querer, tenía a toda su familia nuevamente junto a él.
—Tenés que ir al médico, Liz. No podés seguir así —insistía Laura—. Bajaste muchísimo de peso.
Todos la miraban con creciente preocupación.
—Está bien —cedió al fin—. Pediré turno con el doctor Durand.
—¡Me parece muy bien! —aprobó Laura, indignada—. No quiero verte mal por ese tipo. ¡Hace un mes que se fue y ya están apareciendo fotos con esa rubia! ¡Lo detesto!
A Eliz