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Desperté sintiendo la suavidad de las sábanas en la cama, lo cual me produjo una enorme sensación de agrado, me estiré lo más que pude pero me dí cuenta que había amanecido sola, así que me levanté de la cama y me envolví en una bata de ceda la cual estaba tirada en el suelo, mis pies pudieron sentir el frío piso, dando un escalofrío en mi cuerpo, me puse mis sandalias y bajé hasta la cocina, no era tan tarde apenas las ocho de la mañana pero todo el personal ya se encontraba en sus deberes, pude ver a Sara en la cocina y me acerqué hasta ella.

- Buenos días Sara- saludé desde atrás de ella mientras se volteaba.

- Buenos, niña, ¿ya te sientes mejor, quieres desayunar?- preguntó con una sonrisa en el rostro mientras batía un par de huevos.

- Si, esa medicina tuya me ayudó demasiado estoy como nueva pero tal vez desayune más tarde por que aún me duele la garganta, gracias ¿Sabes donde está Alonso? ha despertado demasiado temprano para darme cuenta-

- En su despacho, niña- contestó volvie
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