Nico se miraba al espejo. Sus ojos azules contrastaban con el reflejo de la corbata prolijamente ajustada. A simple vista, parecía un chico de familia acomodada, educado, pulcro. El típico alumno modelo que cualquiera querría como yerno. Pero bajo esa fachada, había otra cosa. Una sombra.
Desde hacía meses, La Rusa lo tenía bajo control. Su familia estaba endeudada, su hermano mayor cumplía una condena reducida gracias a un favor. Y ese favor tenía nombre y apellido. La Rusa. La organización le había pedido una sola cosa: acercarse a Lautaro. Ganarse su confianza. Y llegado el momento, romperlo.
—"Arruinalo. Que no llegue a la final." —le habían dicho.
Intentó dos veces durante los entrenamientos. Pero Lautaro era más fuerte de lo que parecía. Y más cuidado. El primer golpe solo lo debilitó. El segundo casi le quiebra la pierna, pero no fue suficiente.
Ahora, Nico no solo estaba fuera del equipo. Estaba en la mira de todos. Y lo peor: había fallado.
En una oficina abandonada, La Rusa