Mateo aún tiene fe en mí, aun piensa que soy buena persona o al menos que puedo serlo. Siempre vio en mí más rasgos buenos que ninguna otra persona. Si él pudo perdonarme y yo a él... a veces uno comete errores que te voltean la vida de cabeza, pero todos merecemos una segunda oportunidad. Un nuevo comienzo.
Suelto un grito de frustración, a veces detesto esa parte de mí que se niega a escuchar el sentido común. Rápido, no puedo perder más tiempo.
Llego al séptimo piso y corro hacia la habitación en donde se queda Elisa. Más vale que esté ahí. Aporreo la puerta con fuerza hasta que me abre, preocupada.
—¿Qué pasa, Di? —abre los ojos en sorpresa—. No me digas que la cena salió mal.
Entro a la habitación y tomo una maleta del armario, la abro y comienzo a meter lo que encuentro.
—No hay tiempo, tienes que salir de aquí —ella se acerca y me mira confusa—. ¡Deja de verme así! Empaca lo indispensable y sal de aquí.
—¿Qué te pasa, amiga? —la palabra amiga me hace detenerme en seco—. Tranquil