Me levanto y casi aviento la computadora. Siento mi rostro arder de ira, siento mi respiración volverse rápida y pesada. Mi pulso se dispara y puedo sentir palpitaciones. Siento el mareo y dos segundos después aparece la náusea. No logro llegar al baño, justo en el umbral tengo una arcada y luego vomito. Estoy temblando, ni siquiera puedo pararme. Siento frío, calor, dolor y la cabeza está por reventarme. Aparece el ya conocido dolor en mi pecho, me oprime hasta que está a punto de acabar conmigo. Trato de llegar a mis medicinas, junto la fuerza de voluntad necesaria para moverme un poco, pero no lo logro. Malditos ataques de pánico, odio esto. No puedo respirar, mi corazón late demasiado; sé que voy a morir. Lo último que pienso antes de que todo se vuelva negro es que si lo que dice la religión es cierto, al menos veré de nuevo a mi mamá.
Un rayo de luz cae sobre mi rostro. Quema. Es molesto, pero no tengo la fuerza suficiente como para abrir los ojos, menos aún para moverme. Un gru