Theo abrió la puerta y observó a la mujer que se encontraba sentada en la silla de metal, se tronó los dedos y se sentó justamente frente a ella, recargó sus gruesos brazos sobre la mesa y miró a la mujer, podía sentir la ira y el odio recorrer por sus venas.
La necesidad de estrangular a la mujer crecía cada vez más. Tomó una gran cantidad de aire y lleno por completo sus pulmones antes de decidirse hablar.
—No tengo mucho tiempo —dijo Theo.
La mujer se mordió el labio y pasó su mirada por los brazos de Theo, recorrió con la mirada cada uno de los tatuajes del apuesto hombres, levantó la mirada y se encontró con los claros ojos de Theo que escondían una fría mirada. Theo sonrió fríamente y negó.
—No me hagas torturarte—le susurró a la mujer.
Larissa sonrió y asintió