El cielo nocturno estaba despejado, salpicado de estrellas que apenas se distinguían por las luces lejanas de la ciudad. Arzhel había insistido en llevarme a un restaurante pequeño, casi escondido entre colinas fuera del bullicio. El lugar era pintoresco, con luces cálidas y una terraza que ofrecía una vista tranquila del paisaje. Nada llamativo, pero perfectamente elegido para evitar miradas indiscretas.
A pesar de todo, mi mente seguía dividida. Desde la conversación con Teresa esa tarde hasta las pruebas que teníamos contra ella y las maniobras necesarias para mantener a Rune en prisión, no había un momento de descanso. Arzhel, como siempre, parecía leerme con facilidad.
—Tus ojos están muy serios, princesa. —susurró mientras me ayudaba a sentarme en la mesa que había reservado.
—Estoy pensando. —Crucé las piernas y tomando el menú que estaba frente a mí—. Y considerando todo lo que estamos planeando, creo que tengo derecho a estarlo.
—Claro que lo tienes, pero también tienes derec