La tarde había avanzado lentamente desde que Clara guardó la nota en su monedero. Mateo seguía sin regresar, y aunque intentaba distraerse con las tareas del hogar y los juegos de Melina, la sensación de inquietud era cada vez más difícil de ignorar.
Melina, ajena al estado de ánimo de su madre, continuaba jugando felizmente con sus muñecas en la sala. Clara, por su parte, revisaba una lista de compras cuando el sonido de la puerta abriéndose la sacó de sus pensamientos.Mateo entró, luciendo una expresión serena pero con un leve cansancio en el rostro. Llevaba en la mano un vaso de café vacío y el abrigo colgado sobre un brazo.-Ya regresé -dijo con voz neutra, dejando el vaso en la encimera.Clara lo observó detenidamente, buscando alguna señal en su comportamiento que explicara su ausencia prolongada. -¿Cómo te fue? -pregunt&oacu